6 de agosto de 2007

Editorial


Del palco a la gradería de sol
(O de cómo las universidades invadieron la cancha)

No hay duda de que los Consejos Universitarios de las principales universidades públicas cargarán sobre sus espaldas, porque conciencia no tienen, la malversación del ideal latinoamericanista de la autonomía y la independencia universitarias. En efecto, estos dos preceptos que definen la universidad como espacio del libre pensamiento y que se consagran en los principios de la libertad de cátedra y la democracia interna en la toma de decisiones, son un raro y asombroso privilegio en el contexto mundial. En ningún otro punto del planeta, desde Europa al Lejano Oriente, desde Estados Unidos hasta el mundo árabe, desde África al Japón y llegando a Oceanía, las universidades gozan de los privilegios de la autonomía, la independencia financiera y la libertad de cátedra. Esta extraordinaria conquista, que garantiza el libérrimo espacio para la exploración y la expresión del pensamiento, por más insólito, chocante o inspirador que resultare, es uno de los aportes fundamentales de la sociedad latinoamericana a la civilización universal.

No obstante, un puñado de concejales, pisoteando la misión histórica y la función universal de la Universidad latinoamericana, la han comprometido y manipulado con fines políticos e ideológicos particulares. Han reducido el espacio de la universalidad y la libertad a una tribuna electorera y a una tertulia irresponsable de políticos fracasados. Olvidaron que su designación es el resultado de una delegación democrática, no perpetua sino circunstancial y sujeta sólo al período por el que fueron electos; olvidaron que su función es la de garantizar el espacio, los medios y los recursos para que la comunidad académica debata sobre los temas de interés nacional y la de fomentar un ambiente de respeto, tolerancia y comprensión sobre las ideas en pugna; olvidaron, en suma, que ellos no son los protagonistas y ni siquiera los tramoyistas de la vida académica, sino solamente sus animadores, sus concertadores, sus organizadores.

El único partido que la Universidad puede tomar es el del compromiso con la libertad de expresión y el libre debate de las ideas. Debe mostrar ante la comunidad nacional los diversos resultados que brotan de su poderosa inteligencia y luchar denodadamente por su socialización y comunicación efectivas. Pero, tomar partido por alguna de ellas y convertirla en su visión oficial es la más vulgar de las traiciones a los fines superiores de la actividad universitaria y la función académica. En lugar de promotores y facilitadores del ejercicio de la inteligencia, los Consejos Universitarios se convierten en persecutores y conculcadores del libre pensamiento. Pasar de este acto ignominioso a la adhesión institucional a algún partido político es sólo cuestión de tiempo y que se defina a cuál candidato apoyará la Universidad.

En definitiva, la gradería de sol invadió la cancha y, ante resultados adversos, busca suspender el partido y pegarle al árbitro. El uno a cero fue el fiasco de los economistas de la UNA que, con 101 jugadas de gambeta corta, embarcaron al Consejo Universitario y lo pusieron en la ruta de la oposición. El dos a cero fue el dictamen de la comisión de juristas constitucionalistas de la UCR que exigía la inconstitucionalidad del TLC ad portas y que mostró a sus estudiantes cómo la ética profesional es relativa a las pasiones ideológicas del momento. Con el tres a cero, en jugada de pared con la Sala IV y el Tribunal de Elecciones y la convocatoria al referendo en firme, el rector del ITCR se salió de sus casillas. De acuerdo con las denuncias de los implicados, el rector se deshizo en improperios y parecía comandar las turbas agresoras.

La goleada enfurece al perdedor. Como ya no tiene argumentos serios para justificar la derrota y como ya se desquitó con el árbitro, ahora echa mano a subterfugios tales como la pésima organización, los contubernios institucionales, el exceso de tecnicismos, el reglamento importado de Maroco, el descuido con las armas, la cuestión del agua, la parcialidad de los periodistas, el problema del ambiente y, para demostrar que todos estos temas son ciertos, el equipo perdedor se va a la Escuela de Matemáticas de la UCR y contrata al doctor Poltronieri para que haga una encuesta de opinión que así lo pruebe.

6 de agosto de 2007

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