16 de septiembre de 2007

La decisión popular

Juan Diego López
Poner en manos del pueblo la decisión de suscribir un Tratado internacional es un ejemplo universal de democracia. Gobernantes que, contando con los medios legales, jurídicos y parlamentarios para aprobar e imponer sus criterios, optan por el pronunciamiento popular son un raro y verdadero ejemplo para la humanidad. Es así como el gobierno se convierte en instrumento de educación ciudadana y el ejercicio del poder regresa a sus legítimas fuentes: la soberanía popular. Quien no comprenda esto, quien no valore que el primer referendum en la historia costarricense es acerca de este Tratado internacional, es simplemente una víctima de la inconsciencia, del engaño o de la mala fe.

De la inconsciencia porque se pierde de vista que los gobernantes no quieren actuar a espaldas del pueblo y dejan en sus manos las decisiones estratégicas; del engaño porque una actuación política, que será motivo de orgullo para las futuras generaciones, es hoy presentada como una maniobra que desacredita toda nuestra historia institucional y todos los valores civiles, políticos y electorales que han moldeado nuestra peculiar nacionalidad; mala fe, porque en los círculos dirigen la oposición al TLC se barajan intereses inconfesables y un estado de privilegios sindicales que, lejos de ser conquistas populares, ofenden la dignidad nacional.

Poner en manos del pueblo la aprobación del TLC es ejemplo de la madurez política de nuestro pueblo. Es abrir las puertas al debate, a la contrastación de ideas y a un vasto entorno de educación popular. El referendum es la más auténtica y loable forma que, en el siglo XXI, adquiere la “fiesta cívica”. Un vasto banquete de ideas, opiniones y controversias y una escuela inigualable para la formación ciudadana, para la construcción de criterios sociales y políticos y para el fomento del respeto, la tolerancia y la comprensión acerca de las ideas ajenas. No importa que un reducido grupo de apóstatas de la democracia pretenda convertir el referendum en un espacio de sectarismo y persecución. Lo cierto es que la democracia costarricense saldrá fortalecida, consolidada y ofrecerá un modelo de convivencia y de acción política que no podrá ignorar ni la última de las satrapías de nuestro tiempo.

Por ello, las agencias de prensa cubanas, venezolanas y los restos del sovietismo internacional, han declarado el referendum costarricense como la batalla decisiva por su supervivencia y quieren pelear su modo de vida en nuestro propio territorio. Costa Rica es un problema muy serio y todos estos preferirían anularla. Daniel Ortega odia y envidia nuestro 98.5% de alfabetismo, no sólo de los más altos de América sino del mundo (la campaña de alfabetización en la Nicaragua sandinista, bajo su primer gobierno, dejó a su país con un 38% de alfabetismo del cual goza actualmente). La oprobiosa dinastía Castro, que ha hecho de Cuba el país más pobre, atrasado y desgraciado del mundo, teme que nuestro referendum, organizado por un órgano independiente del Partido, de los CDR’s y del gobierno, siente un modelo demasiado democrático de conducción política y ponga en peligro la aristocracia reinante en su país; y Chávez, que de todos es sabido su cortedad de mientes, teme más aún: la integración comercial de Centroamérica y el Caribe con Estados Unidos destruye sus desvaríos bolivarianos porque lo cierto es que Brasil, Argentina o Chile (los países más importantes de Sur América) ya ni siquiera sonríen de sus desplantes de opereta.

Costa Rica es un peligro en Nuestra América y el referendum pone en estado de alerta las prácticas políticas del vecindario. La intervención extranjera tiene un propósito claro, esencialmente pleonástico: o gana el no o la destruimos. Es decir, Costa Rica no puede seguir dando tan mal ejemplo al mundo como su tasa de alfabetización, su expectativa de vida, su consumo de calorías, su seguridad social, su ingreso per capita, su lugar en el índice de desarrollo humano, su solidez institucional, su sistema electoral, su cobertura telefónica, su acceso a Internet, su educación universal y hasta su selección trimundialista de fútbol...

Somos una nación preparada para jugar en las más grandes ligas, para destacar en los campos de la ciencia, de la tecnología, del arte y la literatura y para aportar un modelo político y económico y de convivencia social que daría sentido a la humanidad del siglo XXI.

El TLC, la integración con la economía más poderosa del mundo, es precisamente el espacio que necesitamos para desplegar todas nuestras facultades y potencialidades. Es el terreno perfecto para apropiarnos de nuestro destino y ser capaces de dejar nuestra huella en la definición del ser humano y de la civilización futura. Semejante paso en la historia de un pueblo tan chico y modesto como el nuestro provoca vértigo, incertidumbre e incredulidad, pero ¿no resulta increíble la gratuidad y universalización de la educación primaria en el siglo XIX, la abolición de la pena de muerte, la sustitución del ejército por una guardia civil y la abolición constitucional del ejército?

No tenemos un gobernante. Tenemos un gobierno educador. ¿Quiénes serán los valientes que seguirán el ejemplo de Costa Rica?
16 de setiembre de 2007

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