3 de noviembre de 2007

La izquierda costarricense

Juan Diego López
Filósofo y analista internacional


La izquierda costarricense actual es un irrisorio modelo del pensamiento político e ideológico. De su época de esplendor y de su respetada influencia en la vida social del país, solo quedan algunas pocas páginas, más legendarias y épicas que apegadas a los hechos.

La historia de la izquierda costarricense es toda una prefiguración de los acontecimientos que llevaron a la derrota del socialismo internacional. Se dividió, se fraccionó y se disolvió más de un quinquenio antes de la caída del Muro y, para el momento de la desaparición de la Unión Soviética, ya el comunismo costarricense era parte del anecdotario nacional, Sin un soporte internacional, sin una base ideológica común, su militancia se dispersó en su apreciado activismo social o simplemente se desvaneció.

Aparte del efímero repunte en el gobierno Figueres Olsen, en el que connotados dirigentes de la izquierda ocuparon cargos, y la protesta por el “combo”, su extravío casi alcanzó la bicoca de un cuarto de siglo. Veinticinco años de vida errática y centrada en reivindicaciones muy locales, dejó a la izquierda costarricense, literalmente, al garete..., digamos, al garete del sindicalismo.

¡Pero he aquí que llegó el TLC! Y, con él, la ansiada oportunidad para una renovada cohesión ideológica. Pero no se vaya a creer que sobre la base de una renovada interpretación de los fundamentos del desarrollo de la sociedad del siglo XXI. No señor. Ya ni siquiera (lo cual era patrimonio y orgullo de la izquierda) a partir de posiciones proactivas, de acciones propositivas y del maravilloso vuelo de la imaginación que hizo de la América Latina el modelo de la lucha contra la injusticia. No, no. Sólo acataron a desempolvar los más viejos manuales de la guerra fría y ya, en la primera oración, llegó la respuesta de clase (quiero decir, de clase obrera): “¡No al imperialismo! ¡No al TLC!”

Es así como, de revolucionarios, de mentes abiertas y plagadas de ideas, de galaxias de proyectos y ensueños, la izquierda pasó a ser un simple, rotundo y reaccionario NO. Asimismo, la estrategia metodológica y analítica, que buscaba desentrañar y resolver los problemas sociales, se transformó en un extraño “sospechosismo”. ¡Incluidas las leyes de la historia son sospechosas de favorecer el TLC! La política, como la definiera Fidel Castro, de repente dejó de ser el arte de sumar y se transformó en el arte de restar los votos que representan la mayoría. El arte de la disertación, de la polémica y la discusión (tan apreciado por Lenin) se ha transformado en un agrio aderezo de insultos y argumentos ad hominem.

No hablemos de las alianzas con el moralismo filo fascista, ni con la corruptela sindical, ni con el clero reaccionario... En fin... No puedo tolerar que esas mentes obtusas y primitivas se arroguen para sí el calificativo de “izquierda” y los grandiosos ideales que esta filosofía ha aportado a la humanidad. Que no se vaya a creer que toda persona que provenga de la izquierda pertenece a esa ralea.

3 de noviembre de 2007

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