16 de octubre de 2007

El patriotismo sindicalista

Juan Diego López

Hace ya mucho tiempo que el sector sindical se cree dueño de la verdad y de la representación política de nuestro pueblo. A pesar de que, tanto en las elecciones presidenciales como el en referéndum, el pueblo se ha manifestado en contra de sus llamados, insisten en contar con una “aura” divina. Como ya lo he dicho, creen que entre el sí y el no hay una razón intermedia que les pertenece y que les da un derecho trascendental para dirigir la patria desde las calles.

¿Por qué los sindicatos se han opuesto en forma tan desmedida al TLC? ¿Es que hay razones ocultas e intereses gremiales y personales de tal peso como para amenazar incluso con la subversión? Por supuesto que sí y veamos algunas razones.

Las Convenciones Colectivas, el pacto entre instituciones y sindicatos para el mejoramiento de las condiciones laborales, desde el principio, fueron utilizadas como instrumentos de privilegios desmedidos. Un poco en broma, pero muy en serio, en el mundo sindical se les denominaba “La carta al Niño”. Naturalmente, las instituciones no estaban obligadas a su aprobación, pero se encontraban inermes ante la fuerza de la presión sindical. A sindicatos más fuertes y beligerantes, más prerrogativas, regalías y sinecuras.

Entre estas figuran reconocimientos extremos del fuero sindical (se dice que la mayoría de los líderes sindicales del NO se pensionarán sin haber trabajado un solo día en los cargos para los que fueron contratados), la recalificación de salarios del personal administrativo en detrimento del personal técnico y profesional, el establecimiento de fondos especiales de ahorro y préstamo en los que la institución aporta hasta un 75% por ciento del monto de cada trabajador sindicalizado y la construcción de centros recreativos por sumas millonarias, a cargo de la institución y a costas de los fondos públicos, para uso exclusivo de los miembros del sindicato.

Pero aquí no termina la “carta al Niño”. Existen otros “incentivos” que los sindicalistas quieren defender al son de la lucha contra el TLC y utilizando los “comités patrióticos”. Basten algunos ejemplos y tomando el caso más desvergonzado de nuestro país. En JAPDEVA, los empleados tienen un reconocimiento económico adicional para quienes llegan puntualmente a trabajar; tienen derecho a seis o siete días al año de asueto, deteniendo la actividad económica del país y generando pérdidas por millones de dólares, mientras los trabajadores beben piñas coladas y toman el sol en la playa; tenían el derecho, recientemente derogado por la Sala Constitucional, a trabajar sólo seis horas al día (dado lo “agobiante” de su trabajo) y percibir un salario completo; poseen un plan vacacional familiar, todo incluido y costeado por la institución, que les permite escoger destino y negociar su ampliación y alcance.

El sindicalismo, este que no acepta el resultado del referéndum, luego de haber participado y dilapidado los fondos de sus asociados, está defendiendo intereses espurios. Paralizar las instituciones en cada convocatoria sindical, sin siquiera mantener un operador telefónico; poseer prioridad para la constitución de Sociedades Anónimas Laborales (SAL), que ha enriquecido a connotados líderes sindicales, apropiándose de diversos servicios (seguridad, conserjería, información y asistencia al cliente, alimentación y todos los aspectos logísticos y de aprovisionamiento de materiales) y que representan ingresos de miles de millones de colones.
Estos mismos, que gritan “corrupto” a cualquiera que no apoye su “patriótica” iniciativa contra el TLC, deben ser denunciados en su odiosa maniobra por defender sus pingües negocios a costas de la ingenuidad de los universitarios. Al menos, brindemos la posibilidad de que estos últimos sepan por qué y cómo se convierten en tontos útiles de aquellos “patrióticos” tagarotes.


16 de octubre de 2007

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