Juan Diego López
Dos cosas hay que reconocerle al PAC como verdadera contribución patriótica en la coyuntura post referéndum. Primera, como partido político, con diecisiete diputados en la Asamblea Legislativa y con aspiraciones futuras a ejercer el poder, se separó de la masa amorfa del NO. Segunda, se comprometió públicamente a no ser obstáculo parlamentario para la aprobación de las leyes que, de por sí, son parte del TLC y a favor del cual el pueblo se pronunció contundentemente. Estas dos manifestaciones bastarían para reconocerles una actitud responsable y consecuente con los valores y la institucionalidad democrática en la que tanto han confiado ellos como partido político.
Sin embargo, al mismo tiempo que esas dos declaraciones abstractas, las posiciones concretas de sus líderes políticos y parlamentarios muestran un extraño, indescifrable y casi patológico doble discurso. Déjenme explicar por qué y veamos si exagero en mis adjetivos. No voy a abundar en la primera reacción de los líderes del PAC ante la derrota y el innecesario regateo de los resultados. Digamos que esa es la “feria” de su errática concepción de la contienda civil y de su confusa idea de que entre el sí y el no hay algo intermedio que les pertenece y que tiene un valor intrínseco superior.
Lo que llama la atención, aunque a la postre no sorprende, es su decisión de no votar o de votar negativamente las leyes complementarias al TLC. A pesar de la discrepancia política que ello implica con el resultado del referéndum, que les obliga moralmente como diputados a votar la implementación del TLC, ponen como condición lo que han llamado dramáticamente “agenda de mitigación”. Allí se plantean cuestiones plenamente aceptables, como el incremento del presupuesto para la educación, el establecimiento de un presupuesto para la investigación científica y tecnológica, la previsión de normas para ampliar el concepto de “banca de desarrollo” y otras más.
No obstante, aun en el caso de que esos importantes planteamientos sean incorporados a las leyes complementarias, aun cuando se copiaran textualmente sus demandas, el PAC votaría en contra. Es decir, se abstendrían o votarían en contra de su propia “agenda de mitigación”. Según ellos, van a vigilar que las leyes complementarias no se pasen un ápice de lo establecido en el TLC, van a presentar “mejoras” y contando en su poder con la varita mágica de la “mitigación”, aun así, se abstendrían o votarían en contra de esas leyes. No hay duda de que el PAC goza de una ideología política tremendamente coherente y sólida.
¿No sería más fácil, más claro y más responsable acatar la decisión popular antes que convertirse en un peso muerto y agravar la farsa política que están protagonizando ante la historia?
15 de octubre de 2007
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