9 de octubre de 2007

¿Por qué ganó el SÍ?

Juan Diego López

He escuchado de diferentes fuentes del NO la urgente necesidad de analizar la razón que llevó a la mayoría del pueblo costarricense a votar SI al TLC. En familia, nos cruzamos una rápida mirada de incredulidad y asombro. ¿Es que hay razones esotéricas, acusmáticas, indescifrables e incomprensibles? ¿Es que el triunfo del SÍ es un hecho inexplicable y que raya en el ámbito de los eventos paranormales o de los encuentros del tercer tipo? No es fácil reponerse cuando se pasa de una amplia situación de ventaja, que ya en la recta final les otorgaban ciertas encuestas, a tropezar con el veredicto contundente de la votación. Es como estar ganando el partido tres a cero, ya en los últimos minutos, y terminar perdiendo cuatro a tres. Es cierto: es muy doloroso. Pero a todos nos ha pasado y, como se suele decir en el ambiente futbolero, no se vale el intento de ganar en la mesa lo que se perdió en la cancha.

Con la salida del PAC del grupo del NO, debido a sus responsabilidades partidarias; con el violento rompimiento del sector sindical, en medio de acusaciones de corrupción y de amplias recriminaciones por la conducción de la campaña; con la renuncia del diputado Óscar López y su apoyo al TSE y a la pureza del referendum; y, finalmente, con las manifestaciones de respetables líderes políticos que, con madurez de estadistas, aceptaron el triunfo del SI y dieron por finalizada la razón de ser de ese movimiento; en virtud de estos hechos, pues, el grupo del NO entró en un vertiginoso proceso de obsolescencia. En menos de veinticuatro horas quedó fragmentado y políticamente disuelto.

Esto demuestra la inconsistencia y fragilidad de este grupo que pretendía dirigir nuestros destinos como nación. Asimismo, muestra el talante estadista de sus dirigentes y el grado de cohesión (política, ideológica y hasta moral) de las facciones que representaron. No hay duda de que este hecho, reconocido por muchos de sus propios representantes, desde hace meses, no fue un modelo aceptable de organización política ni de coherencia ideológica para los costarricenses. La mezcla del sindicalismo izquierdoso, del universitarismo exaltado y del confuso paquismo, no resultó potable. He aquí la primera y la más profunda razón de la victoria del SÍ.

Pero, en el curso de los últimos diez días previos al referendum, estos distintos grupos cometieron errores de mucha monta que tratan de ignorar ahora. Quizá ya envalentonados por los resultados de ciertas encuestas, que les presentaron el espejismo de una ventaja de hasta doce puntos, e insuflados de un comprensible triunfalismo, pensaron asestar el golpe final que rematara al adversario. Al sector académico le pareció una idea brillante involucrar la cuestión religiosa y pronto contaron con el grupo que llevaría a cabo la misión. Incluso, colocar a la cabeza de los noventa y tres curitas a un obispo retirado parecía genial. Sin embargo, el resultado fue una seria trasquiladura. ¡Asegurando actuar bajo la asesoría del Espíritu Santo en persona, declararon pecado votar por el SÍ! En un país tan reputadamente católico, aquello resultó una afrenta, no sólo a la fe, sino principalmente a la inteligencia. Este fue en primer gran error coyuntural que favoreció al SÍ.

En medio de las airadas reacciones que tal declaración provocó, el sector sindical se lanzó a la palestra. Empleando los inmensos recursos económicos de sus afiliados en todos los frentes sindicales, desde los trabajadores de las instituciones públicas (el ICE, la Caja) hasta las asociaciones de maestros y profesores y, poniendo en marcha su reconocida experticia en la movilización y la lucha callejera, organizaron una imponente manifestación en San José. Bajo un modelo de “lucha” muy socialista, de muy cercana naturaleza al motín callejero, a las barricadas, a gentes con pasamontañas lanzando cocteles molotov y apedreando transeúntes, tampoco resultó un escenario convincente para nuestro pueblo. Todo lo contrario. La clara intromisión venezolana en favor del NO, la campaña permanente que la prensa cubana realizó en el campo internacional contra el TLC y la aparición de comandos de Al Qaeda en Nicaragua, no podían constituir sino la peor de las pesadillas para la mentalidad costarricense. Indudablemente, el NO creó un entorno de miedo y el SÍ resultó la alternativa contra aquella temible posibilidad.

Y, para cerrar con broche de oro, a Ottón Solís se le ocurre traerse al país a los congresistas Sanders y Michaud, presentarlos como grandes aliados de nuestro país y como garantes de la fementida “renegociación” del TLC. No creo que ni entre los peones de su finca resultare exitosa esta maniobra; pero, menos aún, entre la población costarricense. Como ya lo he dicho, baste digitar esos nombres en un buscador de Internet para quedar boquiabiertos. No es que apoyen el NO a este TLC y que vengan a defender los intereses patrióticos de Costa Rica. No señor. Su mentalidad aislacionista y proteccionista y su ideología fundada en el exclusivo “interés nacional” de los Estados Unidos (en el más clásico pensamiento de Morgenthau o de Kissinger), les hace enemigos de cualquier TLC que firme su país. Es decir, vinieron, invitados por Ottón Solís y por el PAC a defender, en nuestras propias narices, sus intereses pura y declaradamente imperialistas. Sin duda, este hecho, que resultó otro torpe insulto a la inteligencia nacional, significó el golpe de gracia para las pretensiones del NO e inclinó definitivamente la balanza a favor del SÍ.

Ahora lo central es que en el referendum no hay “aprobación ajustadísima” ni “empate técnico”: hubo aprobación. Punto. Aunque hubiera sido por un único y solo voto, igualmente el SÍ hubiera ganado legítimamente. Esas son las reglas de la democracia: la mayoría manda. La sociedad costarricense, convertida en Congreso Nacional para tomar en sus propias manos, sin delegación de ningún tipo, el ejercicio de la soberanía votó por el TLC y su decisión debe ser respetada en todos sus extremos, incluida la aprobación de la llamada agenda complementaria. Como manifestación popular, como expresión libre y soberana del pueblo, es un mandato inapelable.

Por ello no se vale cuestionar ni condicionar sus resulados. Pero sí queda claro que, ni en este principio elemental de la democracia participativa ni en el tema de la autocrítica, los del NO son capaces de dar ejemplo. Para ellos, la derrota sólo se explica por factores externos: como parte de una vasta conspiración de la Sala Cuarta, del Tribunal Supremo de Elecciones, del Poder Ejecutivo, de la Casa Blanca, de las transnacionales y, ahora, también de los observadores internacionales. Se meten a jugar y no aguantan y, luego, cuando pierden, arrebatan.


9 de octubre de 2007

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