28 de septiembre de 2007

El poder de la mentira

Juan Diego López

El poder de la mentira es tan grande que todo lo explica fácilmente. Por eso resulta más accesible que la verdad. La mentira implica dos cuestiones reales: referirse a los hechos e interpretarlos. Si así no fuera, no habría mentira alguna porque sería un absurdo. Aunque hay mentiras absurdas, el absurdo no es la base de la mentira; la base real de la mentira es la realidad.

Al contrario de lo que podría pensarse, la mentira no busca el engaño. Es decir, la mentira no busca dar por sentado algo que sea falso. La mentira se propone confundir y, eventualmente, a fuer de repeticiones y falsedades, mostrar la realidad mentida como un hecho real. Mentir es falsificar: crear una falsa realidad, basada en hechos reales, pero fundamentada en mentiras puras, en interpretaciones abusivas o en la simple mala fe.

La mentira es la más fácil de las conceptualizaciones porque apela a los sentimientos y jamás a la razón. Habla de lo inmediato. De lo “evidente”, de lo “palpable” y de lo “real”. Por eso, la mentira promovía el geocentrismo, porque lo evidente y palpable era que el sol giraba entorno a la tierra y la tierra habría de ser el centro del Universo. Era mentira no porque no pareciera real, sino porque se exigía su realidad. Hoy día, la exigencia inquisitorial de antaño se transforma en un asunto de “principios”, en algo que se debe creer porque hay ciertas fuerzas superiores que lo exigen.

Las mentiras sobre el TLC exigen una posición de “principios”. Como dijo Ottón Solís, no hay que leerlo para saber que es malo; como dijo Salom, no hay que saber de asuntos internacionales para entender que nos van a convertir en productores y consumidores de armas; como dijo Freddy Pacheco, no hay que leerlo para saber que se van a tomar nuestra agua o como dijo Guillermo Quirós, quién hizo, eso sí, una lectura ideológica y que no resiste ni un examen lógico, y menos jurídico, que vamos a perder nuestro mar patrimonial.

El poder de la mentira es tan doloso que Ottón Solís se trae a dos congresistas estadounidenses, declarados defensores de la supremacía norteamericana, sobre todo, contra América Latina y que han votado en contra de cualquier beneficio para nuestros países y, especialmente, contra Costa Rica. Basta digitar los nombres de Bernard Sanders o Michael Michaud para saber la clase de anti latinoamericanistas y de racista que son. Que hayan votado en contra de nuestro país (y que tengan la desvergüenza de venir a hablar contra el TLC) no es lo relevante: lo que importa es que sea Ottón Solís quien los traiga para hablar a favor de los intereses estadounidenses. No en vano, se ha hablado en el sistema judicial de un caso de verdadera traición a los intereses nacionales.

El poder de la mentira no respeta ni siquiera investiduras. Un grupo de sacerdotes, formado por muchos que ahorcaron sus hábitos tiempo ha, que no son ni siquiera aceptados por la institucionalidad vaticana y comandados por Ignacio Trejos, un fanático, clasista y quien quisiera que los ticos fuéramos todos campesinitos ignorantes y obedientes de sus propias perversiones religiosas, vienen con sotana a decir que no. Dejaron a su mujer en casa, a sus amantes en la de ellas, a sus hijos en el kinder de lujo y aparecen con cara de inocentes como si de veras fueran sacerdotes. No en vano la curia los desautorizó: son apostatas y falsarios que viven la vida en una doble y vergonzosa moral. Se pintan de curas cuando les conviene y cuando no, se transforman en padres de familia, en donjuanes o gente disoluta como cualquier otra persona. Ahora se ponen cuello y sotana para decir que están en contra del progreso.

El poder de la mentira es enorme y no respeta nada. Critican que la resolución de disputas se dé en organismos internacionales, se rasgan las vestiduras por la traición a nuestra propia legalidad, pero José Miguel Corrales no duda en llevar sus delirios a tribunales internacionales y acusar a nuestras instituciones de parcialidad. Su intención no es fortalecer sino sembrar la duda y socavar. El más fracasado de los políticos de los últimos tiempos, quiere vengarse de los costarricenses porque nunca lo consideraron apto para gobernar.

El poder de la mentira tiene ribetes tecnológicos. El rector Trejos se ha desecho en disculpas por sus declaraciones contra Canal 6. Ha dicho que, mañana 28 de setiembre, pedirá espacio en la prensa para aclarar su actitud contradictoria y xenofóbica. ¿Cuánto recibe el ITCR por vía de la cooperación internacional y cuánto podría dejar de percibir? ¿Hasta adónde pone este rector en peligro el financiamiento futuro de la institución? ¿Renunciará por ello?

El poder de la mentira, la doble moral y la desvergüenza son enormes. La discusión acerca del TLC lo ha mostrado: ha sacado a relucir el talante de nuestros líderes políticos y de nuestros mejores talentos. La mesa está servida: ¿Queremos que nuestros hijos sean como Franklin Chang o como Albino Vargas, como Óscar Arias o como Merino? Pronto podremos escoger.


28 de setiembre de 2007

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