29 de septiembre de 2007

La ICC y la cuestión marítima

Juan Diego López

Poco a poco, la maraña de dislates, mentiras y sofismas que ha montado el grupo del no empieza a deshacerse y a dejar el verdadero sedimento de su accionar. Todo parece reducirse a tres cuestiones, una más falsa que la otra. La primera de ellas es que Costa Rica no corre el riesgo de perder los beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC) de no aprobarse el TLC. La segunda es la irresponsable idea, difundida con tanto empeño, de que podríamos renegociar el TLC con Estados Unidos. Y la tercera cuestión es la defensa a ultranza de un supuesto modelo de desarrollo “solidario” que se encontraría en peligro y que desaparecería como consecuencia del TLC.

Por el momento, concentrémonos en la primera. Esta es una cuestión verdaderamente cómica y provoca una gran ternura por su absoluta ingenuidad. Pretenden vendernos una idea que, más allá del desatino que significa, cree que los costarricenses somos tontos y que no reconoceríamos el más soez de los insultos a la inteligencia nacional. La ICC es una iniciativa unilateral de Estados Unidos, establecida hace más de veinte años, al calor de la guerra fría (cuando Centroamérica constituía uno de los puntos más calientes del planeta) e inspirada en una ideología de la cooperación internacional de naturaleza asistencialista. Representa ya un paso distinto a la tradicional “ayuda”, del tipo de la “Alianza para el progreso”, dado que constituye la apertura del mercado a los productos de la región; sin embargo, no se basa en un acuerdo recíproco ni su existencia se encuentra apoyada en la legalidad internacional. Es una iniciativa de buena voluntad y depende de que esta exista hacia el beneficiario y de que el otorgante la considere oportuna. Por su naturaleza voluntaria y unilateral, nada obliga al otorgante a su perpetuación. Su existencia solo depende de que Estados Unidos considere favorable a sus intereses exclusivos su mantenimiento y prolongación. Aquí lo importante es que el TLC es la legalización e institucionalización de la ICC y su respaldo jurídico mediante un acuerdo recíproco.

Nadie, en su sano juicio, podría afirmar que Estados Unidos condicione la ICC a la aprobación del TLC. ¿Para qué ICC si hay TLC? Pero si la Cuenca del Caribe, a quien estaba dirigida la ICC se integra al TLC, ¿para qué la ICC? ¿Qué razones motivarían a Estados Unidos a mantener la ICC sólo para Costa Rica? ¿Es que les somos indispensables? ¿Es que si deciden eliminar la ICC, como consecuencia de que la región se integra al TLC, necesitan en forma desesperada mantener este privilegio a Costa Rica? ¿Es que necesitan de nuestros excepcionales yacimientos petrolíferos, de nuestras fabulosas minas de diamantes, de esmeraldas y de uranio? ¿Es que les somos sumamente simpáticos?

“¡Ahhh! -diría el oceanógrafo Quirós- ¡Quieren nuestro mar!” Y tiene razón de sospechar... El domo biológico más extraordinario del planeta adonde, literalmente, se crea la vida, casi seiscientos mil kilómetros de subsuelo plagado de riquezas insospechadas, un verdadero oasis en el desierto del cambio climático y de la destrucción del planeta. ¿Sería por esto que, a pesar de que toda la Cuenca del Caribe se integre al TLC, nos mantendrían en forma exclusiva la ICC? ¿Quieren nuestro prodigioso territorio marítimo?

No creo que haya quien no lo quiera. Pero veamos la situación. Estados Unidos no ha firmado ni reconocido la Law of the Sea. No reconoce las doscientas millas de mar patrimonial y, debido a su enorme poder naval (militar y empresarial), sólo acepta una territorialidad de doce millas. Así puede navegar, explotar y saquear a su antojo las riquezas de todo el mundo. Actualmente, Estados Unidos puede explotar nuestro mar patrimonial impunemente (ése al cual se refiere Quirós) y no hay fuerza legal que les impida usurpar y ocupar ese territorio para sus propios fines. Sin embargo, mediante el TLC, Estados Unidos no sólo reconoce la territorialidad costarricense de sus seiscientos cuarenta mil kilómetros, sino que se compromete, mediante la legalidad e institucionalidad internacional que respalda los tratados, a respetar los acuerdos que en esta materia el país haya firmado, incluida la Law of the Sea y su soberanía sobre sus doscientas millas. ¿Por qué lo hará? ¿Es que repentinamente se volvieron buenos con nosotros? La respuesta a estas preguntas nos llevaría al capítulo del desarrollo actual del capitalismo, que ya he tratado en otros artículos y que nos desviaría del tema actual. Lo cierto es que nuestros negociadores, tal y como se refleja en el texto del TLC y al margen de cómo otros países involucrados lo hayan hecho, consolidaron los intereses nacionales en esta materia.

Por ello insisto en calificar de irresponsable e inconsecuente la tesis de optar por la ICC antes que por el TLC. No sólo porque quedaríamos aislados en toda la región y dependiendo de la voluntad estadounidense (de sus políticos de turno y de los vaivenes de la política internacional) sino porque quedaríamos desprotegidos en uno de los principales aspectos que el grupo del No ha empleado como argumento de peso. ¿Cómo protegería la ICC nuestro mar patrimonial?



29 de setiembre de 2007

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