11 de diciembre de 2007

Marx y el sistema capitalista

Juan Diego López
Filósofo y analista internacional

Más allá de un político o de un ideólogo, Marx fue un científico. La historia del pensamiento le atribuye la formulación de la primera teoría propiamente dicha sobre el desarrollo de la sociedad y la historia humana. A diferencia de Comte y de la “filosofía de la historia” que inauguró, Marx fundó su ciencia de la sociedad en los hechos propios de la vida social: en la economía, en la política, en la historia, en el derecho y, a partir de esas relaciones sociales, estudió las formas sociales de la conciencia que les corresponden en distintas etapas de su desarrollo histórico.

Terminada la guerra fría y con la desaparición del campo socialista, la teoría social marxista superó aquel dejo subversivo que le impregnó el leninismo y el prejuicio de representar la apología de la violencia y la barbarie. Como en todo pensador de talla, en Marx sobran las inconsecuencias, los errores de interpretación y las pasiones que obnubilan la razón. Pero, separando lo circunstancial (tal y como hoy hacemos al valorar los aportes de Aristóteles, de Galileo, de Newton o de Einstein), la contribución de Marx para el conocimiento de la sociedad permea, cada vez más, los sectores académicos, intelectuales y científicos de todo el mundo.

Que la lucha de clases sea el motor de la historia no es más que una consigna que refleja las condiciones sociales de su época. La lucha ideológica contra la restauración del orden feudal, a favor de la sociedad civil y del sistema republicano y por la denuncia de la más despiadada explotación de los seres humanos. Marx fue hijo de su tiempo. Pero lejos de sumergirse en el activismo político, dedicó su vida al estudio de la economía, a la comprensión de la dinámica interna de la sociedad y a la develación del carácter profundamente innovador y revolucionario del sistema capitalista.

Según él, la naturaleza transformadora del sistema capitalista reside en su irrefrenable tendencia al desarrollo infinito de las fuerzas productivas. El capitalismo cambia la naturaleza del trabajo humano entendida como mera fuerza bruta, introduce innovaciones tecnológicas que incrementan la productividad, democratiza la producción por cuanto supera su vinculo con las habilidades propiamente personales del artesano y produce materias primas artificiales, involucrando la investigación científica y promoviendo el desarrollo tecnológico. Asimismo, con el propósito de acelerar la circulación y el consumo de mercancías, el sistema capitalista permite la construcción y diversificación de la infraestructura material de la sociedad, la aparición de los medios masivos de comunicación y, progresivamente, la incorporación de toda la sociedad en el proceso de producción y consumo. De esta manera, expande hacia el infinito la llamada frontera de posibilidades de la producción que caracteriza (con mucho, más que en los tiempos de Marx) la actual sociedad.

Y es precisamente (o paradójicamente) en esta febril dinámica del desarrollo social en donde Marx encuentra las bases para su teoría de la historia. En su tiempo era mucho más evidente que la acelerada masificación y socialización de la producción social, contrastaba violentamente con la apropiación privada, cada vez más concentrada en pocas manos, de los beneficios de la actividad productiva de toda la sociedad. Para Marx, esta era la contradicción fundamental que, inevitablemente, se resolvería también con la socialización de la riqueza producida por la sociedad y, con ello, el ingreso a la sociedad igualitaria, dueña de los beneficios que en su conjunto produce y que, de acuerdo con su época, la denominó “comunista”.

Es decir, para Marx, la sociedad comunista es el resultado inexorable del propio desarrollo del sistema capitalista y su dinámica, pronostica, se presentará como un período de revolución social. No obstante, en la formulación de esta ley, Marx no refiere ni menciona sublevación proletaria alguna, ni le atribuye ningún papel a los partidos comunistas y, mucho menos, a un “sistema socialista”. Naturalmente, el papel de los trabajadores pudo ser fundamental y Lenin procuró convertirlo en realidad. Pero, con o sin organizaciones de trabajadores, con o sin partidos comunistas, con o sin sistema socialista, inevitablemente, el capitalismo avanzará hacía una sociedad que supere la contradicción entre la producción social y la apropiación privada de sus beneficios.

Durante todo el siglo XX se creyó que la ley histórica de Marx se impondría por los medios leninistas y al puro estilo soviético. Pero, ante el fracaso del sistema socialista, ¿es lícito afirmar que también la ley marxiana periclitó? Sostener algo así sería como afirmar que las extinciones cíclicas (incluidos los dinosaurios y la megafauna) invalida la teoría darwiniana de la evolución. Tanto como en la naturaleza, en la vida social las leyes de su desarrollo se abren paso en modo insospechado. Que la vía hacia la utopía igualitaria brote del sistema capitalista es totalmente congruente con la teoría marxiana y no debería causar tanta sorpresa y rechazo entre los viejos marxistas; pero que, además, ese tránsito discurra sin alzamientos armados, sin dictaduras proletarias ni la guía de partidos comunistas, sí que resulta asombroso para quienes vivimos la guerra fría.

Pero antes que aferrarse al pasado, ya sea por nostalgia, por prejuicio o resentimiento, la ciencia social marxiana ofrece un inapreciable instrumental teórico y metodológico para ensayar una explicación actualizada, inédita, acerca de la contradicción descubierta por Marx y sobre la dinámica de su resolución en el contexto del sistema capitalista del siglo XXI

8 de noviembre de 2007

El pueblo: auténtico ganador del referéndum en Costa Rica

Juan Diego López

La aprobación popular del TLC y la opción nacional por una ideología política y económica de apertura comercial y de integración a la globalización, auguro, producirá un total reacomodo de las fuerzas electorales y de las estructuras partidarias en Costa Rica. Nuestro siglo XX fue muy tardío, pero muy intenso porque apenas abarcó sesenta y siete años, de 1940 a 2007. No es sino a partir de 2008, con la completa aprobación del TLC y con su plena disposición a la integración mundial, que Costa Rica abandonará su concepción de “estado benefactor”, de priorización del reparto antes que el incremento de la producción y, con ello, ingresará plenamente en el siglo XXI. En este sentido, del debate y aprobación del TLC, el gran ganador es el pueblo costarricense.

Sin embargo, la estructura partidaria del país ya no obedece ni responde a este hecho trascendental de la escogencia del modelo de desarrollo acorde con la globalización. El Partido Liberación Nacional se encuentra fracturado en su propia columna vertebral. Como una especie de prefiguración del entorno nacional, sufre una conmoción centrífuga, principalmente estimulada por los sectores “socialdemócratas” que buscan mantener, mediante su discurso populista y demagógico, su estatus de clase política dominante. Sin embargo, tanto en la elección de Arias como en el triunfo del TLC, se ha perfilado una nueva y fresca base de apoyo político y electoral que busca la modernización del país y que confía, después de décadas de escepticismo y desengaño, en la actual dirigencia política del país. No tengo la menor duda de que, después del 7 de octubre, Liberación Nacional no seguirá siendo el partido que fue durante el siglo XX. Y esto constituye un gran beneficio nacional.

Si en el caso de Liberación Nacional las cuestiones son de fondo, de toma de decisiones ideológicas y de vislumbrar el futuro, en el Partido Acción Ciudadana (PAC) la cosa es mucho más pedestre. La doble pérdida de las elecciones y del referéndum y la subsiguiente labor obstruccionista para la implementación del TLC, le coloca en una delicada alternativa. O decir que defienden al pueblo del TLC hasta la última gota de dignidad política que les quede o aceptar que equivocaron el papel de oposición derrotada y que, al transformarse en peso muerto, atenta gravemente contra la propia decisión popular que ellos mismos exigieron. ¿Qué sería de la vida política nacional si, recordando a Kant, convirtiéramos en norma universal esta actitud? En cualquiera de los dos sentidos en que resuelva tal dilema, el PAC no tiene por donde ganar. Es el perdedor neto y por partida doble. Aquí, ante la evidencia de una errática e interesada ideología política, de nuevo, es el pueblo el gran ganador.

Por el contrario, estimo que el Partido Libertario es uno de los grandes ganadores de esta contienda. No me refiero ni a cuestiones numéricas ni a cálculos electorales. Creo que su gran victoria se centra en su consecuencia ideológica y en el gran aporte que dio al debate sobre el TLC. Que ello se traduzca en caudal electoral y que ascienda en el “ranking” político, dependerá de muchos factores. Entre ellos, considero como sobresaliente la naturaleza de la oposición política que realicen en el futuro. Siendo parte de la ideología aperturista, su coincidencia con el gobierno resulta una buena sombra y, de saber explotarla, le puede ser más rentable que la mera oposición electoral. Pero, al mismo tiempo, esta indiferenciación genérica les obliga a realizar planteamientos más claros, más precisos y aceptables en la nueva corriente ideológica por la que ha optado el país. De nuevo, de esta clarificación, el pueblo resulta el gran ganador.

Hace ya tiempo que el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) le debe a los costarricenses una renovación ideológica de fondo e, incluso, me atrevo a decirlo, una opción más secular en cuanto a su propio nombre. Lenin decía que, en política, el nombre expresa las metas sociales. Considerado históricamente como el residuo más reaccionario y neoliberal de la política costarricense, sus orígenes en la doctrina social de la iglesia constituye un arcaísmo desproporcionado. Tanto en lo que tiene que ver con el carácter del “estado solidario” como con su identificación exclusiva con la iglesia católica. Esto no significa que los miembros de las distintas iglesias no puedan optar por la vía político electoral, sino solamente si el PUSC quiere ser ese tipo de partido. Y, en esta definición y precisión ideológica, el pueblo vuelve a ser el gran vencedor.

Queda, finalmente, la izquierda tradicional, aquella que sobrevivió la guerra fría y que aún vive bajo la permanente y patológica amenaza de un grave peligro extranjero. Alguien debería susurrarles al oído lo cercano que esa actitud se encuentra de la xenofobia. Sin duda que representa a un sector ideológico, aunque se trate de un sector electoral en plena extinción. No porque los ideales de la izquierda carezcan de alguna vigencia, sino porque son los ideales de esa izquierda obsolescente los que les mantiene alejados de la realidad, sin instrumentos analíticos científicos y luchando contra los más auténticos molinos de viento. De una u otra manera, esta evidencia de una visión política reaccionaria de la izquierda, constituye también un gran triunfo para el pueblo costarricense.

En este panorama, ya no tan confuso como aparecía antes del debate sobre el TLC y del referéndum, hay un claro vencedor: la sociedad civil costarricense. Esta, al margen de las agrupaciones y los movimientos electorales existentes, desafiando las tradicionales “líneas de partido” y acatando sólo a sus intereses ciudadanos, ha dado una lección a todas las fuerzas políticas nacionales y un gran aporte en la construcción de la democracia internacional. El pueblo costarricense no solamente ha ganado un elevado rango de aprendizaje y desempeño en la alta política, sino que ha sabido decidir colectiva y democráticamente su destino como nación.

8 de noviembre de 2007

3 de noviembre de 2007

La izquierda costarricense

Juan Diego López
Filósofo y analista internacional


La izquierda costarricense actual es un irrisorio modelo del pensamiento político e ideológico. De su época de esplendor y de su respetada influencia en la vida social del país, solo quedan algunas pocas páginas, más legendarias y épicas que apegadas a los hechos.

La historia de la izquierda costarricense es toda una prefiguración de los acontecimientos que llevaron a la derrota del socialismo internacional. Se dividió, se fraccionó y se disolvió más de un quinquenio antes de la caída del Muro y, para el momento de la desaparición de la Unión Soviética, ya el comunismo costarricense era parte del anecdotario nacional, Sin un soporte internacional, sin una base ideológica común, su militancia se dispersó en su apreciado activismo social o simplemente se desvaneció.

Aparte del efímero repunte en el gobierno Figueres Olsen, en el que connotados dirigentes de la izquierda ocuparon cargos, y la protesta por el “combo”, su extravío casi alcanzó la bicoca de un cuarto de siglo. Veinticinco años de vida errática y centrada en reivindicaciones muy locales, dejó a la izquierda costarricense, literalmente, al garete..., digamos, al garete del sindicalismo.

¡Pero he aquí que llegó el TLC! Y, con él, la ansiada oportunidad para una renovada cohesión ideológica. Pero no se vaya a creer que sobre la base de una renovada interpretación de los fundamentos del desarrollo de la sociedad del siglo XXI. No señor. Ya ni siquiera (lo cual era patrimonio y orgullo de la izquierda) a partir de posiciones proactivas, de acciones propositivas y del maravilloso vuelo de la imaginación que hizo de la América Latina el modelo de la lucha contra la injusticia. No, no. Sólo acataron a desempolvar los más viejos manuales de la guerra fría y ya, en la primera oración, llegó la respuesta de clase (quiero decir, de clase obrera): “¡No al imperialismo! ¡No al TLC!”

Es así como, de revolucionarios, de mentes abiertas y plagadas de ideas, de galaxias de proyectos y ensueños, la izquierda pasó a ser un simple, rotundo y reaccionario NO. Asimismo, la estrategia metodológica y analítica, que buscaba desentrañar y resolver los problemas sociales, se transformó en un extraño “sospechosismo”. ¡Incluidas las leyes de la historia son sospechosas de favorecer el TLC! La política, como la definiera Fidel Castro, de repente dejó de ser el arte de sumar y se transformó en el arte de restar los votos que representan la mayoría. El arte de la disertación, de la polémica y la discusión (tan apreciado por Lenin) se ha transformado en un agrio aderezo de insultos y argumentos ad hominem.

No hablemos de las alianzas con el moralismo filo fascista, ni con la corruptela sindical, ni con el clero reaccionario... En fin... No puedo tolerar que esas mentes obtusas y primitivas se arroguen para sí el calificativo de “izquierda” y los grandiosos ideales que esta filosofía ha aportado a la humanidad. Que no se vaya a creer que toda persona que provenga de la izquierda pertenece a esa ralea.

3 de noviembre de 2007

18 de octubre de 2007

La “victoria” del NO

Juan Diego López

La victoria del NO es una exraña versión de lo que significa ganar. Primero porque este grupo resultó desintegrado y ahora sólo lo forman los sindicalisas y las organizaciones estudiantiles. Es decir, un grupo que representaría un sector laboral y productivo para dejar boquiabiertos a los ciudadanos y a cualquier economía mundial. Pero, además, su análisis de los resultados del referéndum y de la tareas por venir, es verdaderamente patético. Para comprender eso, visite la página de la ANEP en la dirección:

http://www.anep.or.cr/

Allí se encuentran varios comentarios, entre los cuales les recomiendo los de Wim Dierckxsens, Ana Iztarú y Ronald Vargas. Sin embargo, no se pierdan el de Walter Antillón, el de Bryan González y el de Ángel Rivera. Les aseguro que la fatiga vale la pena y se van divertir de lo lindo.

El de Dierckxsens es simplemente increíble. Se denomina “Más allá del referéndum sobre el TLC de Costa Rica” y uno de sus párrafos dice:

“La victoria del NO en Costa Rica es de haber construido poder popular. Hubo un proceso de politización nueva que se desarrolló en torno al referendo en general y a través de la labor del los comités patrióticos en particular. Se demostró que los movimientos sociales pueden presentar proyectos políticos alternativos que no representan los intereses del poder local y del imperio. De ahí podrán emerger futuras campañas más radicales en el país. Es de esperar que de aquí a Febrero de 2008 la lucha se intensificará tanto en el asamblea legislativa como en la calle en torno a las leyes que ha de aprobar dicha asamblea legislativa de Costa Rica en torno a la "liberalización" de las telecomunicaciones, los seguros, los patentes y los derechos de propiedad intelectual, entre otros. Si cualquiera de esas leyes no cumple con las exigencias impuestas por EEUU en las negociaciones del TLC, el tratado no entrará en vigencia. La lucha social por una alternativa a los tratados de libre comercio ha perdido una batalla importante en Costa Rica, pero aun no la guerra (Sic)”.
http://www.anep.or.cr/leer.php/1842

Según él, lo que existe entre el sí y el no es un poder popular, que tiene un proyecto político (del cual lo único que se conoce es su carácter sedicioso) y augura la emergencia de campañas futuras más radicales mediante la oposición callejera a la agenda de implementación. Para él, bastaría derrotar una de estas leyes para derrotar el TLC. Pero vean lo que dice a renglón seguido:

“Asimismo son de esperar reivindicaciones en el continente de que ningún gobierno adhiera a un TLC sin una consulta popular democrática. La coyuntura internacional se torna cada vez más favorable al proceso de desconexión, incluso en EEUU. Las tesis proteccionistas suelen sonar cada vez más en el Congreso norteamericano ante la pérdida de competitividad de su economía norteamericana y ante la amenaza de una recesión a partir de la imperante crisis en el sistema financiero. Es de dudar que las tesis de libre comercio se sostengan en el Congreso norteamericano después del 1 de marzo de 2008 ante la campaña política en EEUU. Con las grandes derrotas militares en Medio Oriente y una crisis económica encima, la política se tornará cada vez más proteccionista, un entorno donde la desconexión tendrá la coyuntura más a su favor (Sic)”.

Dice que una reivindicación es que, luego del ejemplo costarricense, ningún gobierno suscribirá un TLC sin consulta popular. Sin embargo, como en el caso de Costa Rica, si esa consulta no les favorece, no dudan en desacreditarla y rechazar sus resultados. O sea, lo que resulta una victoria del NO es realizar un referéndum para luego desconocer sus resultados. Pero aún más insólito resultan las afirmaciones siguientes. El curita este reza, pide a dios y augura que retorne el régimen proteccionista a la política exterior norteamericana (que pronostica será la posición de los Demócratas) y que, ojala, gracias a la “desconexión”, nos quedemos sin acceso al mercado norteamericano. ¡Esa, entonces, sería la salvación de nuestro país! ¡Ave María! ¡Ciégalo Santa Lucía!

No creo que el autor de esas líneas pueda apelar a su pobre manejo del español para justificar tales aseveraciones ni que la ANEP tenga argumentos para apoyar tales dislates. Es claro que el sindicalismo está buscando motivos, razones y coartadas para su política subversiva.

El de Ana Iztarú es todo un pecado. Un lamento personal contra los idealistas y dice, francamente, cosas incoherentes. Como cuando se está muy tronado y confundido por los resultados de las urnas. Compruébelo usted mismo en:
http://www.anep.or.cr/leer.php/1838. Les transcribo un par de párrafos para saborear esta rareza:

“Algo cercano a un idealista podría ser hoy alguien que no quiere que muera cierto tipo de pez, alguien que intuye que el universo, sin él, nunca será lo mismo, aunque esto parezca un despropósito a la gente sensata. “La gente sensata, que aún y por el momento no se ha extinguido, no puede comprender, por ejemplo, que un pez insignificante pueda obstruir un negocio de ganancias irrefutablemente pingües”.

Y después de toda esa rara elucubración, que habría de terminar en un vehemente llamado a la lucha, la chica se desarma en la más profunda y personal angustia existencial y termina su artículo así:

“Qué quieren que les diga. Tengo nostalgia”.

¡Como si el referéndum y todo el mundo circundante dependiera de su estado de ánimo personal! Pero el aderezo “femenino” para las descabelladas ideas sindicalistas está dado: es nostálgico. Ahora, los ingredientes se mezclan y se añade un poco de rabia y estupor sacerdotal. Ronald Vargas, en su artículo “Perdonen, pero para quien vive de esperanza, no hay ni habrá derrota”, sostiene que el núcleo de la institucionalidad costarricense (la Sala Constitucional, la Asamblea Legislativa y el Tribunal Supremo de Elecciones) es la “Santísima Trinidad” del fraude. Y muy amargamente dice:

“Me imagino que a ustedes les pasó lo mismo… Ayer 7 de octubre pasé una noche terrible, el cuerpo que me pedía a gritos que lo dejara descansar, mientras la cabeza aturdida navegaba en un mar de explicaciones inexplicables”.
http://www.anep.or.cr/leer.php/1833

No resisto la gana de decirle a este otro curita que yo, mi familia y la cantidad de amigos que vinieron a mi casa a esperar los resultados, no sufrimos tal crisis. Al contrario. Saltamos de alegría, brindamos, nos felicitamos, brindamos, nos felicitamos, brindamos, nos felicitamos. Hubo discursos, brindis, reconocimientos a la inteligencia del pueblo, brindis, admiración por el proceso, brindis, y, finalmente, un brindis por el entierro definitivo de los dinosaurios políticos más nocivos que ha conocido nuestra patria, tales como Luis Alberto Monge, Rolando Araya, Rodrigo Carazo y sus carazitos, Humberto Vargas, Gloria Valerín, Albino, Fabio Chávez, Villasuso, Epsy, Ottón y a los numerosos desaparecidos en campaña. Es cierto que hay que ser benevolente en la victoria, pero permítanme decir que es de lo más rico triunfar y que tenemos el derecho de regocijarnos y de celebrar salvajemente, sobre todo, por la magnificencia de lo que ganamos: la soberanía y la inteligencia popular.

No podemos seguir analizando cada uno de los patéticos comentarios que presenta la página de la ANEP. Sirvan los casos señalados para aportar un panorama de los principales derrotados en el referéndum, de su actitud inmadura y revanchista y para invitarlo a visitar este entuerto costarricense.


17 de octubre de 2007

16 de octubre de 2007

El patriotismo sindicalista

Juan Diego López

Hace ya mucho tiempo que el sector sindical se cree dueño de la verdad y de la representación política de nuestro pueblo. A pesar de que, tanto en las elecciones presidenciales como el en referéndum, el pueblo se ha manifestado en contra de sus llamados, insisten en contar con una “aura” divina. Como ya lo he dicho, creen que entre el sí y el no hay una razón intermedia que les pertenece y que les da un derecho trascendental para dirigir la patria desde las calles.

¿Por qué los sindicatos se han opuesto en forma tan desmedida al TLC? ¿Es que hay razones ocultas e intereses gremiales y personales de tal peso como para amenazar incluso con la subversión? Por supuesto que sí y veamos algunas razones.

Las Convenciones Colectivas, el pacto entre instituciones y sindicatos para el mejoramiento de las condiciones laborales, desde el principio, fueron utilizadas como instrumentos de privilegios desmedidos. Un poco en broma, pero muy en serio, en el mundo sindical se les denominaba “La carta al Niño”. Naturalmente, las instituciones no estaban obligadas a su aprobación, pero se encontraban inermes ante la fuerza de la presión sindical. A sindicatos más fuertes y beligerantes, más prerrogativas, regalías y sinecuras.

Entre estas figuran reconocimientos extremos del fuero sindical (se dice que la mayoría de los líderes sindicales del NO se pensionarán sin haber trabajado un solo día en los cargos para los que fueron contratados), la recalificación de salarios del personal administrativo en detrimento del personal técnico y profesional, el establecimiento de fondos especiales de ahorro y préstamo en los que la institución aporta hasta un 75% por ciento del monto de cada trabajador sindicalizado y la construcción de centros recreativos por sumas millonarias, a cargo de la institución y a costas de los fondos públicos, para uso exclusivo de los miembros del sindicato.

Pero aquí no termina la “carta al Niño”. Existen otros “incentivos” que los sindicalistas quieren defender al son de la lucha contra el TLC y utilizando los “comités patrióticos”. Basten algunos ejemplos y tomando el caso más desvergonzado de nuestro país. En JAPDEVA, los empleados tienen un reconocimiento económico adicional para quienes llegan puntualmente a trabajar; tienen derecho a seis o siete días al año de asueto, deteniendo la actividad económica del país y generando pérdidas por millones de dólares, mientras los trabajadores beben piñas coladas y toman el sol en la playa; tenían el derecho, recientemente derogado por la Sala Constitucional, a trabajar sólo seis horas al día (dado lo “agobiante” de su trabajo) y percibir un salario completo; poseen un plan vacacional familiar, todo incluido y costeado por la institución, que les permite escoger destino y negociar su ampliación y alcance.

El sindicalismo, este que no acepta el resultado del referéndum, luego de haber participado y dilapidado los fondos de sus asociados, está defendiendo intereses espurios. Paralizar las instituciones en cada convocatoria sindical, sin siquiera mantener un operador telefónico; poseer prioridad para la constitución de Sociedades Anónimas Laborales (SAL), que ha enriquecido a connotados líderes sindicales, apropiándose de diversos servicios (seguridad, conserjería, información y asistencia al cliente, alimentación y todos los aspectos logísticos y de aprovisionamiento de materiales) y que representan ingresos de miles de millones de colones.
Estos mismos, que gritan “corrupto” a cualquiera que no apoye su “patriótica” iniciativa contra el TLC, deben ser denunciados en su odiosa maniobra por defender sus pingües negocios a costas de la ingenuidad de los universitarios. Al menos, brindemos la posibilidad de que estos últimos sepan por qué y cómo se convierten en tontos útiles de aquellos “patrióticos” tagarotes.


16 de octubre de 2007

La hora de la verdad para el sector universitario

Juan Diego López

Muy contentos deben declararse los líderes universitarios por su patética actuación como el novato aprendiz de brujo: han desatado fuerzas que ya no controlan y que comprometen y cuestionan su propio credo democrático. Esta responsabilidad, de acuerdo con el diputado Óscar López, recae sobre el rector Eugenio Trejos, la ex rectora Sonia Marta Mora y sobre el decano Henry Mora. Al primero de ellos, cuando se encontraba en la tribuna de la derrota, el domingo 7 en la noche, y pedía calma a las fuerzas que ayudaron a crear, le gritaron: “¡Callate, corrupto!”. A continuación, los televidentes presenciamos una verdadera y desesperada huída de la tribuna de los dirigentes del NO y luego nos enteramos de que, sus propias turbas, agredieron al rector Trejos en su acongojante escape del lugar.

Aun así, abandonado por su segunda y su tercero al mando en el NO, el rector Trejos participó en la reunión “Usindical” realizada en la UCR con el expreso propósito de desconocer el resultado del referéndum y tomar acciones callejeras en contra de la decisión mayoritaria del pueblo. Allí se escucharon voces de revancha, insufladas de juvenil y utópica rebeldía, y llamados a la violencia, provenientes de viejos sindicalistas que ya no tienen qué perder y sólo ganar en una situación de caos y anarquía social. Ante estas fuerzas desatadas, exaltadas y sumamente peligrosas por sus reiteradas manifestaciones en contra de la institucionalidad, el rector Trejos optó por su descalificación y deslegitimación. Según él, el grupo allí reunido no representaba a la totalidad de los “comités patrióticos” y, como resultado, fue relevado de todos sus cargos de dirección en el restante grupo del NO.

El ejemplo de estos dirigentes universitarios no debe pasar desapercibido. Junto a los rectores y a los consejos universitarios de las universidades públicas nos dan una invaluable lección cívica. Nos dicen que su equivocada toma de partido institucional, que la utilización de los recursos de la academia para instigar a los estudiantes contra la democracia y que la alianza ciega con el fanático sector sindical, resultó un equívoco de proporciones descomunales y de implicaciones que amenazan gravemente la institucionalidad democrática de nuestro país. Ahora, cuando la pesadilla de la alianza universitario-sindical contra la democracia hace temblar a los Trejos y a los Mora, queda en evidencia el irresponsable e interesado manejo, que el diputado Óscar López denunció, por parte del movimiento del NO.

Ya es la hora de que la dirigencia universitaria reconozca el grave error en el que incurrió y se desligue de esa alianza antipatriótica, subversiva y sediciosa que han puesto en marcha. Es la hora para que dé la cara ante sus bases estudiantiles y reconozca ante ellos que son sólo académicos, no políticos, y que sus actos durante la campaña no pretendían desestabilizar ni el estado de derecho ni la institucionalidad costarricense. Es la hora, en suma, de ser valientes y de reconocer los excesos de una fiesta patriótica que ellos mismos transformaron en una anunciada orgía antidemocrática, intolerante y revanchista. Veamos de qué madera están hechos estos dirigentes y sepamos si sus intenciones son las de lanzar a Costa Rica por la senda de una confrontación civil, en estrecha alianza con el sindicalismo decadente, o de rescatar la sensatez y de ser protagonistas de la historia democrática del siglo XXI.

Veamos qué calidad de maestros son y si es posible que la sociedad pueda confiarle a ellos la formación de nuestra juventud.


16 se octubre de 2007

15 de octubre de 2007

Las contraPACdicciones

Juan Diego López

Dos cosas hay que reconocerle al PAC como verdadera contribución patriótica en la coyuntura post referéndum. Primera, como partido político, con diecisiete diputados en la Asamblea Legislativa y con aspiraciones futuras a ejercer el poder, se separó de la masa amorfa del NO. Segunda, se comprometió públicamente a no ser obstáculo parlamentario para la aprobación de las leyes que, de por sí, son parte del TLC y a favor del cual el pueblo se pronunció contundentemente. Estas dos manifestaciones bastarían para reconocerles una actitud responsable y consecuente con los valores y la institucionalidad democrática en la que tanto han confiado ellos como partido político.

Sin embargo, al mismo tiempo que esas dos declaraciones abstractas, las posiciones concretas de sus líderes políticos y parlamentarios muestran un extraño, indescifrable y casi patológico doble discurso. Déjenme explicar por qué y veamos si exagero en mis adjetivos. No voy a abundar en la primera reacción de los líderes del PAC ante la derrota y el innecesario regateo de los resultados. Digamos que esa es la “feria” de su errática concepción de la contienda civil y de su confusa idea de que entre el sí y el no hay algo intermedio que les pertenece y que tiene un valor intrínseco superior.

Lo que llama la atención, aunque a la postre no sorprende, es su decisión de no votar o de votar negativamente las leyes complementarias al TLC. A pesar de la discrepancia política que ello implica con el resultado del referéndum, que les obliga moralmente como diputados a votar la implementación del TLC, ponen como condición lo que han llamado dramáticamente “agenda de mitigación”. Allí se plantean cuestiones plenamente aceptables, como el incremento del presupuesto para la educación, el establecimiento de un presupuesto para la investigación científica y tecnológica, la previsión de normas para ampliar el concepto de “banca de desarrollo” y otras más.

No obstante, aun en el caso de que esos importantes planteamientos sean incorporados a las leyes complementarias, aun cuando se copiaran textualmente sus demandas, el PAC votaría en contra. Es decir, se abstendrían o votarían en contra de su propia “agenda de mitigación”. Según ellos, van a vigilar que las leyes complementarias no se pasen un ápice de lo establecido en el TLC, van a presentar “mejoras” y contando en su poder con la varita mágica de la “mitigación”, aun así, se abstendrían o votarían en contra de esas leyes. No hay duda de que el PAC goza de una ideología política tremendamente coherente y sólida.

¿No sería más fácil, más claro y más responsable acatar la decisión popular antes que convertirse en un peso muerto y agravar la farsa política que están protagonizando ante la historia?


15 de octubre de 2007

9 de octubre de 2007

¿Por qué ganó el SÍ?

Juan Diego López

He escuchado de diferentes fuentes del NO la urgente necesidad de analizar la razón que llevó a la mayoría del pueblo costarricense a votar SI al TLC. En familia, nos cruzamos una rápida mirada de incredulidad y asombro. ¿Es que hay razones esotéricas, acusmáticas, indescifrables e incomprensibles? ¿Es que el triunfo del SÍ es un hecho inexplicable y que raya en el ámbito de los eventos paranormales o de los encuentros del tercer tipo? No es fácil reponerse cuando se pasa de una amplia situación de ventaja, que ya en la recta final les otorgaban ciertas encuestas, a tropezar con el veredicto contundente de la votación. Es como estar ganando el partido tres a cero, ya en los últimos minutos, y terminar perdiendo cuatro a tres. Es cierto: es muy doloroso. Pero a todos nos ha pasado y, como se suele decir en el ambiente futbolero, no se vale el intento de ganar en la mesa lo que se perdió en la cancha.

Con la salida del PAC del grupo del NO, debido a sus responsabilidades partidarias; con el violento rompimiento del sector sindical, en medio de acusaciones de corrupción y de amplias recriminaciones por la conducción de la campaña; con la renuncia del diputado Óscar López y su apoyo al TSE y a la pureza del referendum; y, finalmente, con las manifestaciones de respetables líderes políticos que, con madurez de estadistas, aceptaron el triunfo del SI y dieron por finalizada la razón de ser de ese movimiento; en virtud de estos hechos, pues, el grupo del NO entró en un vertiginoso proceso de obsolescencia. En menos de veinticuatro horas quedó fragmentado y políticamente disuelto.

Esto demuestra la inconsistencia y fragilidad de este grupo que pretendía dirigir nuestros destinos como nación. Asimismo, muestra el talante estadista de sus dirigentes y el grado de cohesión (política, ideológica y hasta moral) de las facciones que representaron. No hay duda de que este hecho, reconocido por muchos de sus propios representantes, desde hace meses, no fue un modelo aceptable de organización política ni de coherencia ideológica para los costarricenses. La mezcla del sindicalismo izquierdoso, del universitarismo exaltado y del confuso paquismo, no resultó potable. He aquí la primera y la más profunda razón de la victoria del SÍ.

Pero, en el curso de los últimos diez días previos al referendum, estos distintos grupos cometieron errores de mucha monta que tratan de ignorar ahora. Quizá ya envalentonados por los resultados de ciertas encuestas, que les presentaron el espejismo de una ventaja de hasta doce puntos, e insuflados de un comprensible triunfalismo, pensaron asestar el golpe final que rematara al adversario. Al sector académico le pareció una idea brillante involucrar la cuestión religiosa y pronto contaron con el grupo que llevaría a cabo la misión. Incluso, colocar a la cabeza de los noventa y tres curitas a un obispo retirado parecía genial. Sin embargo, el resultado fue una seria trasquiladura. ¡Asegurando actuar bajo la asesoría del Espíritu Santo en persona, declararon pecado votar por el SÍ! En un país tan reputadamente católico, aquello resultó una afrenta, no sólo a la fe, sino principalmente a la inteligencia. Este fue en primer gran error coyuntural que favoreció al SÍ.

En medio de las airadas reacciones que tal declaración provocó, el sector sindical se lanzó a la palestra. Empleando los inmensos recursos económicos de sus afiliados en todos los frentes sindicales, desde los trabajadores de las instituciones públicas (el ICE, la Caja) hasta las asociaciones de maestros y profesores y, poniendo en marcha su reconocida experticia en la movilización y la lucha callejera, organizaron una imponente manifestación en San José. Bajo un modelo de “lucha” muy socialista, de muy cercana naturaleza al motín callejero, a las barricadas, a gentes con pasamontañas lanzando cocteles molotov y apedreando transeúntes, tampoco resultó un escenario convincente para nuestro pueblo. Todo lo contrario. La clara intromisión venezolana en favor del NO, la campaña permanente que la prensa cubana realizó en el campo internacional contra el TLC y la aparición de comandos de Al Qaeda en Nicaragua, no podían constituir sino la peor de las pesadillas para la mentalidad costarricense. Indudablemente, el NO creó un entorno de miedo y el SÍ resultó la alternativa contra aquella temible posibilidad.

Y, para cerrar con broche de oro, a Ottón Solís se le ocurre traerse al país a los congresistas Sanders y Michaud, presentarlos como grandes aliados de nuestro país y como garantes de la fementida “renegociación” del TLC. No creo que ni entre los peones de su finca resultare exitosa esta maniobra; pero, menos aún, entre la población costarricense. Como ya lo he dicho, baste digitar esos nombres en un buscador de Internet para quedar boquiabiertos. No es que apoyen el NO a este TLC y que vengan a defender los intereses patrióticos de Costa Rica. No señor. Su mentalidad aislacionista y proteccionista y su ideología fundada en el exclusivo “interés nacional” de los Estados Unidos (en el más clásico pensamiento de Morgenthau o de Kissinger), les hace enemigos de cualquier TLC que firme su país. Es decir, vinieron, invitados por Ottón Solís y por el PAC a defender, en nuestras propias narices, sus intereses pura y declaradamente imperialistas. Sin duda, este hecho, que resultó otro torpe insulto a la inteligencia nacional, significó el golpe de gracia para las pretensiones del NO e inclinó definitivamente la balanza a favor del SÍ.

Ahora lo central es que en el referendum no hay “aprobación ajustadísima” ni “empate técnico”: hubo aprobación. Punto. Aunque hubiera sido por un único y solo voto, igualmente el SÍ hubiera ganado legítimamente. Esas son las reglas de la democracia: la mayoría manda. La sociedad costarricense, convertida en Congreso Nacional para tomar en sus propias manos, sin delegación de ningún tipo, el ejercicio de la soberanía votó por el TLC y su decisión debe ser respetada en todos sus extremos, incluida la aprobación de la llamada agenda complementaria. Como manifestación popular, como expresión libre y soberana del pueblo, es un mandato inapelable.

Por ello no se vale cuestionar ni condicionar sus resulados. Pero sí queda claro que, ni en este principio elemental de la democracia participativa ni en el tema de la autocrítica, los del NO son capaces de dar ejemplo. Para ellos, la derrota sólo se explica por factores externos: como parte de una vasta conspiración de la Sala Cuarta, del Tribunal Supremo de Elecciones, del Poder Ejecutivo, de la Casa Blanca, de las transnacionales y, ahora, también de los observadores internacionales. Se meten a jugar y no aguantan y, luego, cuando pierden, arrebatan.


9 de octubre de 2007

6 de octubre de 2007

La “nicaraguanización” de Costa Rica

Juan Diego López

Los argumentos del grupo del NO han quedado formulados para la historia y sus réplicas han sido dadas en los dos últimos días en forma contundente. INTEL, Proctor and Gamble, Atlas Eléctrica, Sardimar, Firestone, la industria de los textiles e infinidad de servicios (como los Call Centers) avisan su intención de trasladar sus actividades de no aprobarse el TLC el día de mañana.

Asimismo, las más altas autoridades comerciales norteamericanas han sido claras en volatilizar las ilusiones de la “renegociación” y de la “perpetuidad” de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. Como dijo el comentarista de CNN, si Costa Rica no se monta en el barco ahora, ya no tendrá cuando y esto afectará su credibilidad para la firma de otros tratados comerciales, en primer lugar, con la Unión Europea. Costa Rica pasaría al más oscuro aislacionismo que país alguno haya escogido. Estaría sola contra el mundo, sin socios ni aliados, ni en la región ni en el mundo.

Ottón Solís ha dicho que Costa Rica tiene muchos “buenos amigos” en Estados Unidos (sin entrar a hablar de los que trajo aquí) y este es su argumento de fondo para sostener las tesis de la “renegociación” y de la “perpetuidad”. Según él, como nos quieren tanto, estarán felices de que rechacemos este tratado y nos mantendrán privilegios arcaicos. Además, esta será la razón fundamental para convencer a las empresas citadas para permanecer en Costa Rica. Le piden a la inversión de cientos de millones de dólares y a la creación y mantenimiento de cientos de miles de empleos que se base en la “buena voluntad” que él predica.

Ahora la cuestión no trata sólo de la expansión y multiplicación de empleos, de la posibilidad de contar con una juventud que crea y tenga futuro. No. Ahora se trata de la pérdida de nuestro actual estatus, de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo y del más violento empobrecimiento de nuestro país, se trata, en suma, de la “nicaraguanización” de Costa Rica.

No pasará mucho tiempo para que nos convirtamos en los principales inmigrantes de la región, en los principales “espaldas mojadas” y que nuestros destinos sean República Dominicana, Guatemala y Nicaragua. Esta realidad está claramente predibujada en las declaraciones de las más importantes empresas, en las declaraciones de Susan Schwab y en las propias manifestaciones del ex presidente William Clinton. Al perder una oportunidad de oro, que no tendrá alternativa alguna, Costa Rica no sólo se estancaría, sino que retrocedería y caería en un verdadero abismo de pobreza como nunca lo ha conocido.

Esto es lo que debe reflexionarse esta noche y lo que debe presidir la decisión de mañana en las urnas. Acudir con la certeza de que no se trata de una decisión política, de que no es una lucha “antiimperialista” o socialista: se trata de una lucha por mantener y profundizar los beneficios comerciales, la ampliación de las fuentes de trabajo y la inserción de Costa Rica en el ámbito internacional. Se trata, pues, de votar por nosotros y por el futuro de nuestra juventud.


6 de octubre de 2007

29 de septiembre de 2007

La ICC y la cuestión marítima

Juan Diego López

Poco a poco, la maraña de dislates, mentiras y sofismas que ha montado el grupo del no empieza a deshacerse y a dejar el verdadero sedimento de su accionar. Todo parece reducirse a tres cuestiones, una más falsa que la otra. La primera de ellas es que Costa Rica no corre el riesgo de perder los beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC) de no aprobarse el TLC. La segunda es la irresponsable idea, difundida con tanto empeño, de que podríamos renegociar el TLC con Estados Unidos. Y la tercera cuestión es la defensa a ultranza de un supuesto modelo de desarrollo “solidario” que se encontraría en peligro y que desaparecería como consecuencia del TLC.

Por el momento, concentrémonos en la primera. Esta es una cuestión verdaderamente cómica y provoca una gran ternura por su absoluta ingenuidad. Pretenden vendernos una idea que, más allá del desatino que significa, cree que los costarricenses somos tontos y que no reconoceríamos el más soez de los insultos a la inteligencia nacional. La ICC es una iniciativa unilateral de Estados Unidos, establecida hace más de veinte años, al calor de la guerra fría (cuando Centroamérica constituía uno de los puntos más calientes del planeta) e inspirada en una ideología de la cooperación internacional de naturaleza asistencialista. Representa ya un paso distinto a la tradicional “ayuda”, del tipo de la “Alianza para el progreso”, dado que constituye la apertura del mercado a los productos de la región; sin embargo, no se basa en un acuerdo recíproco ni su existencia se encuentra apoyada en la legalidad internacional. Es una iniciativa de buena voluntad y depende de que esta exista hacia el beneficiario y de que el otorgante la considere oportuna. Por su naturaleza voluntaria y unilateral, nada obliga al otorgante a su perpetuación. Su existencia solo depende de que Estados Unidos considere favorable a sus intereses exclusivos su mantenimiento y prolongación. Aquí lo importante es que el TLC es la legalización e institucionalización de la ICC y su respaldo jurídico mediante un acuerdo recíproco.

Nadie, en su sano juicio, podría afirmar que Estados Unidos condicione la ICC a la aprobación del TLC. ¿Para qué ICC si hay TLC? Pero si la Cuenca del Caribe, a quien estaba dirigida la ICC se integra al TLC, ¿para qué la ICC? ¿Qué razones motivarían a Estados Unidos a mantener la ICC sólo para Costa Rica? ¿Es que les somos indispensables? ¿Es que si deciden eliminar la ICC, como consecuencia de que la región se integra al TLC, necesitan en forma desesperada mantener este privilegio a Costa Rica? ¿Es que necesitan de nuestros excepcionales yacimientos petrolíferos, de nuestras fabulosas minas de diamantes, de esmeraldas y de uranio? ¿Es que les somos sumamente simpáticos?

“¡Ahhh! -diría el oceanógrafo Quirós- ¡Quieren nuestro mar!” Y tiene razón de sospechar... El domo biológico más extraordinario del planeta adonde, literalmente, se crea la vida, casi seiscientos mil kilómetros de subsuelo plagado de riquezas insospechadas, un verdadero oasis en el desierto del cambio climático y de la destrucción del planeta. ¿Sería por esto que, a pesar de que toda la Cuenca del Caribe se integre al TLC, nos mantendrían en forma exclusiva la ICC? ¿Quieren nuestro prodigioso territorio marítimo?

No creo que haya quien no lo quiera. Pero veamos la situación. Estados Unidos no ha firmado ni reconocido la Law of the Sea. No reconoce las doscientas millas de mar patrimonial y, debido a su enorme poder naval (militar y empresarial), sólo acepta una territorialidad de doce millas. Así puede navegar, explotar y saquear a su antojo las riquezas de todo el mundo. Actualmente, Estados Unidos puede explotar nuestro mar patrimonial impunemente (ése al cual se refiere Quirós) y no hay fuerza legal que les impida usurpar y ocupar ese territorio para sus propios fines. Sin embargo, mediante el TLC, Estados Unidos no sólo reconoce la territorialidad costarricense de sus seiscientos cuarenta mil kilómetros, sino que se compromete, mediante la legalidad e institucionalidad internacional que respalda los tratados, a respetar los acuerdos que en esta materia el país haya firmado, incluida la Law of the Sea y su soberanía sobre sus doscientas millas. ¿Por qué lo hará? ¿Es que repentinamente se volvieron buenos con nosotros? La respuesta a estas preguntas nos llevaría al capítulo del desarrollo actual del capitalismo, que ya he tratado en otros artículos y que nos desviaría del tema actual. Lo cierto es que nuestros negociadores, tal y como se refleja en el texto del TLC y al margen de cómo otros países involucrados lo hayan hecho, consolidaron los intereses nacionales en esta materia.

Por ello insisto en calificar de irresponsable e inconsecuente la tesis de optar por la ICC antes que por el TLC. No sólo porque quedaríamos aislados en toda la región y dependiendo de la voluntad estadounidense (de sus políticos de turno y de los vaivenes de la política internacional) sino porque quedaríamos desprotegidos en uno de los principales aspectos que el grupo del No ha empleado como argumento de peso. ¿Cómo protegería la ICC nuestro mar patrimonial?



29 de setiembre de 2007